Artistas y escritores ante el
abismo
Uno de los peores destinos a los
que podemos acceder es la locura. El trayecto que recorre desde la cordura
hasta la demencia es un viaje duro, mórbido y terrible. La contradicción además
sucede paralelamente a una vida creadora, y los accesos de locura se alternan
con periodos de riqueza y productividad artística. Esto ha dado un aura de
romanticismo a la locura y ha impulsado a muchos artistas a fingirse falsos dementes
—Dalí con gran éxito, Leonora Carrington de cura espontánea, por ejemplo— y
hacer de la actuación de un estado enajenado parte de su leyenda artística.
Pero para otros fue un padecimiento que llenó de dolor sus existencias. E.T.A
Hoffmann tenía una personalidad que oscilaba entre la exultante felicidad y el
romanticismo hasta la decepción y la tristeza más profunda; se obsesionó en el
pánico y la vergüenza del que tiene en su familia y en la sangre el estigma de
la enajenación. En una etapa de su vida, en el piso superior de su casa vivía
una infeliz enferma mental. Esa presencia aterradora le recordaba que no estaba
a salvo de habitar en ese sitio delirante. En el autocastigo analizaba y
detallaba en su diario los movimientos, gritos y desvaríos de su vecina, y los
comparaba con su propia angustia y cambios de ánimo. Sus cuentos describen
todos los estados de insanidad mental posibles, desde la manía persecutoria y
la depresión catatónica a los automatismos, que abordan un mundo fantástico en
el que la irrealidad, el ocultismo y la demencia son el refinamiento del
horror, ese que estudió Freud para explicar el fenómeno de lo siniestro. El
relato sobre el joyero Cadillac es un tratado de esquizofrenia que se anticipó
alDr. Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson. Hoffman cuestiona si la personalidad
degenerada es en realidad la auténtica, sumergiéndose en la locura hasta sus
entrañas, provocando al dragón.
Por Avelina Lésper
Los padecimientos mentales son
comunes a todas las personas, pero la romantización de la locura quiere hacer
creer que los artistas y los escritores geniales son más propensos a sufrirla.
Aquí, un repaso a grandes creadores y su enfrentamiento con el delirio.
Hay momentos de la vida humana en
que se escuchan voces misteriosas.
—Schiller
¿Por qué pienso dormido y me
despierto tan a menudo en la locura?
—E.T.A. Hoffmann
El tema mórbido como obsesión
© E.T.A. Hoffmann
Psicopatología de una escultura
© Messerschmidt
Franz Xaver Messerschmidt,
obsesionado como Hoffmann con la locura, detuvo su carrera comercial, canceló
las obras que le comisionaron y se enclaustró en su casa, preso de sus propios
fantasmas y delirios, los que retrató en esculturas de cabezas, lasKopfstücke o Cabezas
de carácter. En 1770 presentó los primeros síntomas de “confusión mental” y en
1774 cayó en estado de crisis al ser rechazada su candidatura para ocupar el
asiento vacante en la Academia Vienesa. Uno de los motivos fue que tenía “una
imaginación insana”. Esas cabezas retratan distintos estados de su propia
enajenación: furia, miedo, angustia, hilaridad, todas llevadas al extremo, con
el virtuosismo del que busca en la representación del mal la cura de sus
padecimientos. Esos autorretratos lunáticos de tamaño natural los realizaba en
metal o piedra, observándose frente al espejo. Sin apegarse a las descripciones
de un texto de divulgación científica, Messerschmidt explora y se adentra en la
relación entre fisionomía y psicosis, en las expresiones que surgen cuando se
pierde el control muscular que da la razón. La demencia es el rompimiento con
las reglas de convivencia, es antisocial; esas cabezas provocan la sensación de
lo que es ver a un demente, el terror ante la delgada línea que nos separa de
ese estado. Una cabeza con una cuerda al cuello, que cierra los ojos y la boca
con obcecación, negándose a lanzar el grito de dolor; en otras la boca se abre
descomunal para dejar salir el aliento de la desesperación. El psicoanalista
Ernest Kris las diagnosticó como “psicosis con tendencias paranoides que encajan
en un cuadro de esquizofrenia”. Lo importante sería saber qué clase de
fantasmas invocó y multiplicó Messerschmidt frente al espejo en la creación de
cada cabeza. Estas esculturas demuestran que el virtuosismo supera la fuerza
animal del delirio, sobresale y se expresa. Con esta secuencia del dolor y la
desolación de una mente sin sosiego el artista crea la catarsis de su propia
experiencia de vida. Ese riesgo, esa aventura titánica, fue la última obra del
escultor, que murió a los 47 años.
La evidencia científica
Los expertos, al tratar de
relacionar la locura, el genio y la creación artística se encuentran con la
contradicción de que por un lado la evidencia científica arroja pruebas de la
simbiosis entre los desórdenes mentales y la creación, pero esto estigmatizaría
a todas las personas con capacidades artísticas pues serían tomados como
enfermos mentales potenciales.
Haciendo a un lado a la
psicología a la que Paul Flechsig le negaba el rango de ciencia exacta y
llamaba “la arena de las ocurrencias extravagantes de cualquier tipo”, para la
psiquiatría la evidencia científica señala que la locura o los desequilibrios mentales
no potencian la creación artística. Schumann componía dentro de un cuadro
bipolar que lo impulsaba en su periodo maniaco a crear sin detenerse decenas de
piezas musicales, pero sólo algunas de ellas eran extraordinarias. En sus
periodos de depresión era incapaz de componer algo, de hablar o de convivir.
Ingmar Bergman, al igual que Pascal Quignard, después de un periodo de
producción artística se sumergía en el silencio, incapaz de pronunciar palabra
durante meses. Dos sombras posan fatídicas sobre la creación: el desorden
bipolar y la esquizofrenia. Esta relación ha impulsado el mito del temperamento
artístico, Lord Byron, Van Gogh, Edgar Allan Poe, F. Scott Fitzgerald, Virginia
Wolf, William Blake, Sylvia Plath, Hemingway, Strindberg, Artaud. Con una
incidencia más grande entre escritores que en otros artistas. Aunque los
estudios se han realizado sobre artistas contemporáneos, los diarios, escritos
y obras biográficas han permitido analizar sus experiencias y llegar a
conclusiones, las cuales, más que nada, especulan y meten en catálogos a sus
padecimientos mentales. Según los estudios, el temperamento artístico posee
altos niveles de autosuficiencia y un ego fuerte, y es proclive a inventar
ideas y pensamientos extraños en una proporción mucho más alta que la población
normal. Esta afirmación ambigua e inexacta se puede aplicar a un político o a
un asesino serial. Los expertos, al tratar de relacionar la locura, el genio y
la creación artística se encuentran con la contradicción de que por un lado la
evidencia científica arroja pruebas de la simbiosis entre los desórdenes
mentales y la creación, pero esto estigmatizaría a todas las personas con
capacidades artísticas pues serían tomados como enfermos mentales potenciales.
La sintomatología del gozo
The hanged © Messerschmidt
Esa locura ¿cuánto ha aportado a
la obra de los artistas, o hasta qué punto la ha frustrado? El agotamiento
mental de Van Gogh en gran medida fue por la relación tormentosa que vivía con
Paul Gauguin. Rebanarse una oreja, aunque exagerado, fue un chantaje amoroso, y
ésos pueden llegar a los extremos más dramáticos, lo que en una pasión está
permitido. Al ingresar al psiquiátrico de Saint-Remy-de Provence, Van Gogh se
aleja de esas emociones, se enclaustra para vivir en la realidad de la pintura.
Cuando se disparó en el pecho sus obras ya estaban en el mercado y venía de una
producción desaforada. Sus colores revueltos con pinceladas centrífugas y
repetitivas son producto de un análisis del movimiento de la luz, de una
disciplina observadora que se impone a la desordenada pesadumbre de recrearse
con las emociones. La pintura poseía a Van Gogh, al suicidarse rompió con ella
y dejó como venganza la sensación de vacío de las obras que no realizó. En el
otro extremo, la tristeza y la embriaguez de la cauda narrativa de Virginia
Wolf y Sylvia Plath, empapadas en las adictivas lágrimas de la depresión,
hicieron que sus obras se centraran en el fenómeno de esclavizarse a los
sentimientos. El incesto fue inseparable, sin esa droga tan embriagadora que es
la tristeza no hubieran creado nada. Su inspiración fue la morfina de ver
sufrir a otros por el propio sufrimiento, tener el poder de magnificar lo
minúsculo y llenar con esto páginas de autoflagelación. Sus suicidios, hasta
cierto punto, llegaron con el agotamiento del tema, repetirse hubiera sido peor
que la muerte. Eran adictas, viciosas de sus emociones.
El temperamento artístico y el
temperamento nervioso
El temperamento es causa
predisponente de la enajenación mental.
—Benedic Morel, Las
enfermedades mentales, 1860
El miedo del mundo, la lucha por
encararlo y no huir, el miedo de la realidad, es la más real de todas mis
experiencias.
—Tennessee Williams
Los artistas son visionarios y
trabajan con la materia que la normalidad reprime o inhibe: emociones,
pasiones, lujuria, vicios. Dicen lo que nadie dice, exhiben lo que hay que
ocultar y para hacerlo se revuelcan en la existencia y después se abstraen del mundo,
en una contradicción intolerable para la sociedad.
Los artistas son visionarios y
trabajan con la materia que la normalidad reprime o inhibe: emociones,
pasiones, lujuria, vicios. Dicen lo que nadie dice, exhiben lo que hay que
ocultar y para hacerlo se revuelcan en la existencia y después se abstraen del
mundo, en una contradicción intolerable para la sociedad. Estados alterados que
frecuentemente se vieron potencializados con las sustancias, el alcohol, el
ajenjo, la morfina, se cobraron más suicidios de los que la bipolaridad
aspiraría. En el terreno en el que no entran las evidencias científicas y
estudios es donde parece que la creación, cuando se trata de una carrera
profesional o de un proyecto de vida, implica una carga muy dura. La responsabilidad
ante la obra, enfrentarse al público, al lector, a las propias visiones y
creaciones, a la posteridad misma, decidir inventar una forma de pensamiento o
de representación de la realidad, empuja a un abismo que induce, traga y vomita
angustia. La creación pone a prueba, encara con las limitaciones y
posibilidades del artista; el fantasma del fracaso o el monstruo voraz del
éxito son razón suficiente para iniciar manías persecutorias. La fatalidad de
que la obra y la vida sean inseparables, y que en ese tan frágil e inestable
panorama éste el medio de vida y sustento, puede crear una sensación muy lejana
a la felicidad esquemática, utópica y artificial que envuelve al todo en un
estado de ánimo uniforme. Entonces la locura está ahí, acechando para habitar
con sus fuerzas oscuras el horizonte de quien al elegir la creación como
destino se exilia de la sociedad y se ubica en el terreno de lo anormal. Cuando
Gregorio Samsa despertó convertido en un escarabajo era el mismo Kafka
despertando a su vocación de escritor; no era esquizoide, era autor. Ese es el
primer paso para la locura. ®
Revista Replicante: http://revistareplicante.com/artes/arte/locura-y-creacion
Comentarios
Publicar un comentario