Noticias de papá. Acerca de las explicaciones inútiles y los límites de la Medicina



Por Daniel Flichtentre.
Hola Doctor:


Le escribo para contarle que hemos pasado un mes de Agosto terrible: mi papá tuvo una neumonía y hubo que internarlo. El traslado hacia la capital fue una verdadera “Odisea”. Terminamos en un  sanatorio de su obra social. A pesar de nuestros temores, allí lo atendieron muy bien. Su estado empeoró mucho durante esos días. Se incrementó su demencia senil y estuvo muy excitado. Como trató de escapar, en varias oportunidades, lo contuvieron atándolo a la cama y así estuvo las dos semanas que duró la internación. También se arrancó la sonda urinaria, se lastimó y orinaba sangre, por lo que le practicaron un sondaje vesical permanente. Su estado general decayó como nunca antes había ocurrido. Luego fue necesario trasladarlo a otro geriátrico con un seguimiento médico más estricto. Allí está ahora.
Fueron semanas muy tristes y cargadas de angustia. Usted sabe lo que significa un padre para sus hijos y lo penoso que es ver el avance despiadado y cruel de la vejez. No puedo creer que mi papá, un hombre tan lúcido, ahora tenga un discurso tan disgregado como el que tiene. Ya no podemos mantener esos largos diálogos que teníamos antes de la neumonía. Yo lo sentaba frente a la ventana y pasábamos horas contándonos las mismas historias que ambos sabíamos de memoria. Algunas veces él se perdía y se quedaba en silencio durante unos minutos. Yo lo esperaba. Luego, la conversación continuaba como si nada hubiese sucedido. Nunca me animé a preguntarle hacia dónde se iba durante esos momentos. Por favor, dígame ¿dónde está ahora mi papá en el cuerpo de este hombre? Me mira, busca con los ojos alguna señal  que le diga quién soy. Y no la encuentra. Luego se encierra en un silencio impenetrable y se resguarda de mí como de una extraña que lo amenaza.  Se asusta si lo acaricio. Se cubre la cabeza con los brazos como si esperara que yo lo ataque. ¿En qué mundo está?  Necesito verlo, hablarle, despedirme aunque sea por última vez. ¿Será posible? Tengo miles de cosas para decirle que nunca le dije. Tengo preguntas que hacerle. Cuentas entre él y yo que no han sido saldadas. Tengo perdones que jamás le he pedido y algunas deudas mutuas que no nos hemos pagado. Por favor, haga algo. Devuélvamelo por un instante. Tiene que sacarlo del agujero donde se ha hundido para que podamos hablarnos. No sé qué hacer. ¿Qué es esto que no es la muerte pero es una ausencia aún menos comprensible? ¿Quién es ese hombre que parece mi viejo pero para quien yo no soy nada? Usted sabe lo que yo ignoro. Tiene que explicármelo. Tiene que encontrar una forma de hacerlo razonable.
Perdón por contarle esto. Quería que lo sepa. No conozco a nadie más que pueda escucharme.

Besos,
Diana

Hola Diana:
      Me he quedado pensando un largo rato antes de responderte. Pero no me ha servido de mucho. Tus interrogantes, o no tienen respuesta o, si la tienen, no estamos preparados para escucharla. Tengo montones de argumentos para ofrecerte pero no explican nada. Así son las cosas. Conocer Medicina es tan insuficiente y es tan inútil frente a los grandes interrogantes de la vida.
En algún remoto lugar del hombre que ahora ves, están los rastros de tu padre. Incluso cuando no logres verlos. Pero, claro, una enorme porción de lo que fue ya no podrás encontrarla allí. Sólo quedan tus recuerdos y el sabor  intangible de la relación que has tenido con él. Sin memoria no hay identidad. Y eso es una bendición que permite que tu viejo no asista como un espectador a su propia disolución. El olvido de lo que ha sido es para él la terapéutica de lo que ahora es. Pero no para vos, lo comprendo perfectamente. Es terrible, pero inevitable. A él lo reparará el olvido y a vos la memoria. Cada uno a su manera se defiende del inexorable paso del tiempo y de la conciencia de la finitud que quisiéramos no ver. Hay formas idiotas del consuelo que no pienso ofrecerte. Sos demasiado inteligente y sensible como para dejarte engañar. Y te quiero más de lo que me permitiría intentarlo. La verdad es siempre mejor, incluso cuando luzca horrible. Hay un tiempo inerte que a veces transitamos las personas donde ya no "somos" pero aún "vivimos". Es el momento del acompañamiento y del  homenaje. De la construcción de  los recuerdos que vas a guardar para siempre. De la caricia y el beso que no esperan respuesta porque quien los recibe no es a quien se los das. No puedo prometerte lo que no va a ocurrir. Vos y yo lo sabemos. Dale a Jorge la dignidad que se ha ganado en el momento en que más la necesita. Acompañalo, protegelo de sí mismo y de la indiferencia ajena. Se lo merece. No sólo el padre que vos conociste sino el hombre que conocimos otros y que a vos te ha sido vedado. Todos somos múltiples y existimos únicamente en las personas que nos han querido. Es la hora de entender el sentido de su vida y de elegir lo que se recordará de él, tanto como lo que sepultará el olvido. No hay errores ni reclamos, no sería justo cuando él ya no puede dar explicaciones. Ahora todo es deuda y es el tiempo de pagarla. Tu viejo ha sido un gran hombre y le ha dado a muchos más de lo que vos podés imaginar. Sé que es muy poco, pero no tengo otra cosa que darte sin faltar a la verdad que merecés.
Así somos los médicos, apenas una mano que acompaña, una palabra que consuela. Lo poco que sabemos no puede explicar la inmensidad de lo que enfrentamos. Ni tu desesperado temblor de hija, ni mi perplejidad ilustrada pueden responder a tus preguntas. Frente a lo irreparable, ante una ausencia que no tiene remedio, ni tu sinceridad brutal ni mi pedantería clínica tienen nada que decir. Es en este momento, precisamente ahora, cuando el médico que soy sólo puede ofrecerte a la persona que siempre he sido para que te sientas menos sola y desamparada. Los médicos no estamos acostumbrados a los límites. Nos defiende de ellos la ceguera de la omnipotencia. Vos me ponés contra la pared. Me obligás a confesar mis debilidades. Entonces sólo puedo prometerte que me despojaré de los disfraces. Que siento que lo único que puedo darte está muy lejos de lo que me pedís. Pero quiero que sepas que, pese a ello, aquí estaré para lo que necesites .

Un beso grande, Daniel.

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